Daniel Hernández | Madrid

8 de mayo de 2015


En los primeros años de la crisis, tras la caída de Lehman Brothers se produjo un interesante torrente de declaraciones que no pasaron desapercibidas. En septiembre de 2008 el presidente francés Nicolas Sarkozy habló de «refundar el capitalismo» sobre bases éticas; en esa misma fecha Gerardo Díaz Ferrán, entonces presidente de la patronal CEOE, propuso «un paréntesis» en la economía de mercado y en 2010 un documento del FMI, entonces capitaneado por Dominique Strauss-Kahn, hablaba de rescatar las ideas de Keynes tras la Segunda Guerra Mundial.  Por llamativas que parezcan, lo que se percibe en esas declaraciones es el afán por perpetuar el sistema. Cada uno desde su posición de interés, porque cada uno cuenta la feria como le va. También lo hace Peter Thiel en De Cero a Uno. Cómo inventar el futuro.

Las comparaciones son odiosas. Díaz Ferrán está en prisión preventiva acusado de alzamiento de bienes y blanqueo de capitales; la denuncia de una camarera de un hotel de Nueva York por agresión sexual acabó con la carrera de Strauss-Kahn; y Sarkozy perdio la presidencia de Francia, aunque en este caso es posible que la recupere en breve. Peter Thiel es uno de los creadores de PayPal y uno de los primeros inversores de Facebook. Es de esos tipos que sale en la revista Forbes, de los que se definen como libertario en el sentido de escapar a la regulación de los Estados, de los que ataca las enseñanzas básicas del capitalismo precisamente para «salvarlo». Es como el verso libre de los partidos políticos, una especie de enfant terrible.

¿Qué pueden aprender las startups del libro de Thiel? Básicamente a desaprender los mantras. Ejemplo: la competencia perfecta no es buena porque es contraria a algo básico en el capitalismo: la acumulación de capital. «La lección para los emprendedores es clara: si quieres crear y capturar valor perdurable, no crees un negocio indiferenciado de productos básicos». ¿Qué debe haber en su lugar? los monopolios, pero los buenos, los que Thiel define como «monopolios creativos», esos que lo son porque se lo han ganado y no porque una ley estatal les ha colocado ahí (¿estás pensando en Google? Bien, ese es un caso).  Así que emprendedores del mundo, anotad lo que debéis cumplir para ser los monopolistas del mañana:

  • Tener una tecnología propia o mejorar la que ya existe: «si construyes algo valioso donde antes no había nada, el incremento del valor es teóricamente infinito».
  • Efectos de red: «Si todos tus amigos están en Facebook, tiene sentido que tú te unas también a Facebook».
  • Economías de escala: «Twitter ya tiene más de 250 millones de usuarios. No necesita añadir muchas más características personalizadas para conseguir más».
  • Algo más que una marca: «Cuando Steve Jobs volvió a Apple, no se limitó a hacer de Apple un sitio atractivo en el que trabajar; creó una serie de líneas de producto para centrarse en oportunidades que multiplicaran por diez las mejoras.»

 

Las enseñanzas de Thiel las puedes asumir perfectamente si te lo propones. Es el valor de ser pequeñito. «El valor objetivo perfecto para una startap es un pequeño grupo homogéneo de personas abastecidas por pocos o ningún competidor». Amazon comenzó siendo una librería online. Conseguía el libro que quisieras sin necesidad de tenerlo en el almacén. Con el tiempo creció hasta ser el gigante de las compras online de hoy.

El autor del libro intenta romper lo que a su juicio es otro mito: llegar el primero. «Lo que realmente importa es generar flujos de efectivo en el futuro, de modo que ser el primero no te hará ningún bien si alguien más aparece y te quita el sitio. Es mucho mejor ser el último, es decir, hacer el último gran desarrollo de un mercado específico y disfrutar años o incluso décadas de beneficios del monopolio».

En definitiva si no tienes el objetivo de ser el monopolista (de los buenos) del mañana con este libro podrás aprender porqué Twitter valía doce veces más que el Times en 2013 si el primero tenía perdidas y el segundo había facturado el año anterior 133 millones de dólares. Y si realmente tienes las ganas de ser el monopolista (de los buenos) del mañana que sepas, dice Thiel, que no llegará por casualidad. «El éxito nunca es accidental», es decir, que llega por el esfuerzo y no por casualidad. Esta última enseñanza no es tan original, en realidad es tan vieja como Margaret Thatcher, pero esto quizá ya sea harina de otro costal. O de otro artículo.

DE CERO A UNO. CÓMO INVENTAR EL FUTURO

 

  • Título original: Zero to One
  • Publicado por: Crown Business, Nueva York 2014.
  • Edición en España: Gestión 2000 (Grupo Planeta). Barcelona. 2015
  • Traducción: María Maestro Cuadrado